Los escándalos, denuncias y corrupciones parecen que no se detienen al interior de la para estatal Petróleos Mexicanos (Pemex). Ahora se han puesto al descubierto nuevas pruebas de esos malos hábitos, a través de un sistema plagado de irregularidades, contratos opacos y desastres ambientales que afectan no solo la economía, sino también la vida de trabajadores y comunidades.
El caso de la refinería de Salina Cruz, en Oaxaca, es un claro ejemplo de cómo el discurso de autosuficiencia energética queda relegado ante una realidad que huele a corrupción.
Según denuncias hechas por afectados al interior de Pemex, una de las figuras claves de la corrupción que se genera es Emigdio Enríquez Merlín, conocido como “Miyo”, un empresario de Cosoleacaque que ha escalado en el organigrama de Pemex gracias a sus conexiones políticas y empresariales. Se sabe que “Miyo”, es operador clave de Eduardo Padilla Yebra, subdirector de Almacenamiento y Despacho de Pemex Logística, y ha logrado acumular una fortuna visible en su estilo de vida: un Lamborghini, un Ferrari, un Rolls Royce y un jet privado.
Las fuentes utilizadas aseguran que su papel en Petrogesa, propiedad de Gerardo Sánchez Zumaya, lo vincula con contratos millonarios para la venta de productos químicos provenientes de empresas como Concordia Chemical LLC y Champion Technologies, obtenidos a través de adjudicaciones directas.