Cuando Ovidio Guzmán López fue acorralado por el Ejército mexicano, el 17 de octubre de 2019, en una casa en el Desarrollo Urbano Tres Ríos, en Culiacán, Sinaloa, supo que las cosas no marchaban bien. Su buena estrella y la confianza en su círculo más cercano se habían esfumado.
Desde hace varios años las autoridades estadunidenses habían tratado de persuadir a los presidentes mexicanos Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018) para realizar una operación de inteligencia con el fin de desarticular al Cártel de Sinaloa.
Fue hasta que la administración de Joe Biden, presidente de Estados Unidos, logró con la voluntad política de su homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), impulsar la “Operación Mongoose”, pero con una variante: se realizaría en territorio extranjero y sería nombrada “Operación Mongoose Azteca”.
Si bien ésta ya tenía radares desplegados por toda la nación e interceptaban comunicaciones por radio y vuelos con matrículas y destinos sospechosos, éste sería el primer gran plan de inteligencia que realizarían en conjunto ambos mandatarios.