Silencio que impone Ovidio, y hace temblar a Morena

Por Karina A. Rocha Priego

La audiencia que aterra a la 4T

A pocos días de que Ovidio Guzmán López, alias “El Ratón”, comparezca de nuevo ante la Corte del Distrito Norte de Illinois, el ambiente político en México se torna cada vez más tenso.

No es para menos: el hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa, está a punto de declararse culpable y colaborar con el Gobierno de los Estados Unidos como testigo protegido. La razón de tanta expectación no es sólo judicial, sino profundamente política.

Y es que, de confirmarse lo dicho por el exjefe de operaciones internacionales de la DEA, Mike Vigil, Ovidio no sólo expondrá las entrañas del narcotráfico internacional, sino que podría “poner de cabeza” a buena parte de la clase política mexicana, incluyendo a servidores públicos morenistas en funciones. Un sismo de proporciones históricas se asoma. Y, como es costumbre, el oficialismo calla.

Un pacto con el diablo… ¿desde el poder?

ientras el discurso oficial sigue saturando a la opinión pública con frases huecas como “no somos iguales” o “ya no hay impunidad”, los hechos cuentan otra historia.
La llegada de 17 familiares de Ovidio Guzmán a Estados Unidos bajo la protección del FBI -incluida su madre, Griselda López- no es un simple acto humanitario, es una señal inequívoca de que hay un acuerdo sólido entre el narcotraficante y el Departamento de Justicia estadounidense.

¿Y a cambio de qué? Información, nombres, cargos, rutas, políticos, empresarios, operadores; todo lo que sabe un hijo del capo más infame del país sobre cómo el narcotráfico penetró, corrompió y cooptó al aparato político de México.

Según Vigil, Ovidio entregará datos sobre las redes del Cártel de Sinaloa, su estructura financiera, su conexión con empresas chinas para importar precursores químicos y, lo más delicado, los nombres de los políticos que les han servido de escudo, y ahí es donde el nerviosismo del lopezobradorismo se vuelve evidente.

La complicidad disfrazada de “abrazos”

Durante todo el sexenio de la autodenominada Cuarta Transformación, se ha privilegiado una política de simulación en materia de seguridad.

Con la bandera de “abrazos, no balazos”, el Gobierno Federal abandonó territorios, permitió el avance del crimen organizado y, en algunos casos, pareció trabajar en complicidad silenciosa con los cárteles.

¿Qué otra explicación puede haber para el crecimiento desmedido del Cártel de Sinaloa durante este sexenio? ¿Cómo se entiende que, mientras el país arde en violencia, el Gobierno Federal haya desmilitarizado la narrativa, pero militarice el país? La respuesta puede estar por salir de los labios de Ovidio Guzmán.

Y ahí está el mayor miedo de Morena: que los “abrazos” no hayan sido una política ingenua, sino parte de una negociación oscura, silenciosa y profundamente criminal.

El doble discurso de la 4T

El gobierno de Morena ha sido experto en crear enemigos ficticios: la prensa, el INE, el Poder Judicial, los “conservadores”, pero cuando se trata del crimen organizado, el tono cambia. Se vuelve tenue, ambiguo, complaciente. ¿Por qué?

Nadie olvida aquel día en 2019 cuando, en una acción insólita, el Gobierno Federal liberó a Ovidio Guzmán tras su captura en Culiacán, alegando que “se evitó una masacre”.

En realidad, fue una claudicación ante el narco, un punto de quiebre

Hoy, cinco años después, ese mismo personaje está por entregar información que podría desnudar el pacto tácito que ha existido entre políticos morenistas y el crimen organizado y, si eso ocurre, la narrativa anticorrupción que tanto presume Morena se convertirá en un chiste de mal gusto.

Silencio cómplice desde Palacio Nacional

Es curioso -o tal vez no tanto- que ningún alto funcionario haya abordado públicamente la inminente declaración de Ovidio, ni una palabra desde la Secretaría de Seguridad, ni desde la Fiscalía, ni desde la Presidencia.

El silencio atronador es indicativo de que saben lo que se avecina.

Mientras el Departamento de Justicia de Estados Unidos prepara su caso con meticulosidad, en México se evita hasta mencionar el nombre de Ovidio porque, si habla, podría hacer caer piezas clave del tablero político.

Y esto no se limita a figuras del pasado; las filtraciones indican que hay personajes en activo, cercanos al poder, que podrían ser nombrados por “El Ratón”.

Gobernadores, legisladores, alcaldes y hasta funcionarios de primer nivel podrían estar implicados en los acuerdos oscuros del Cártel de Sinaloa.

¿El principio del fin?

Mañana 11 de julio, Ovidio Guzmán deberá declarar su culpabilidad por los delitos de narcotráfico, lavado de dinero, armas y participación en empresa criminal, pero lo verdaderamente importante es lo que vendrá después: su papel como testigo estrella.

El gobierno de Estados Unidos sabe que esta es una oportunidad histórica para desarticular una red de complicidades que va más allá del narco y, a diferencia de la justicia mexicana, allá no hay mañaneras que borren expedientes, ni distractores mediáticos que desvíen la atención allá, si un político es señalado y se comprueba su vínculo, cae y punto.

Morena está en su momento más frágil, porque, cuando la justicia de otro país tiene que hacer lo que las instituciones nacionales se niegan a enfrentar, la soberanía ya está perdida, y la impunidad -esa que juraron erradicar- sigue siendo la única constante.

Cuando el narco se convierte en juez

Ovidio Guzmán no es un héroe, ni un mártir ni un reformador, es un criminal, pero es un criminal con información y esa información, por grotesco que parezca, podría ser la única vía para sacar a la luz las miserias de una clase política que, con un nuevo color, sigue haciendo los mismos pactos de siempre.

Morena, que llegó como redentora, podría ser juzgada no en las urnas, sino en una corte extranjera, gracias al testimonio de uno de los hombres más buscados del narcotráfico.

Así de torcida está la historia.

Y así de cerca está el derrumbe.

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