* Hasta 15 por ciento de las muertes en el IMSS están vinculadas a demoras o negligencias, un sistema colapsado que sobrevive entre excusas y resignación social……
Por Karina A. Rocha Priego
La muerte también hace fila
El Instituto Mexicano del Seguro Social presume ser el escudo protector de la clase trabajadora, sin embargo, en la realidad, es una maquinaria lenta, torpe y deshumanizada donde la vida humana se vuelve trámite, en sus salas de urgencias no solo se espera turno, se espera la muerte; diversas asociaciones médicas estiman que hasta el 15 por ciento de las muertes que ocurren dentro de las instalaciones del IMSS están vinculadas a retrasos en la atención, desabasto de medicamentos o ausencia de especialistas, lo cual significa que no se trata de desenlaces inevitables, sino de desenlaces institucionales, provocados por la inercia y la indiferencia de un sistema que dejó de priorizar la salud para priorizar el procedimiento.
Entrar a un hospital del IMSS en México es iniciar un viacrucis administrativo, primero esperar cita, luego esperar diagnóstico, después esperar receta, luego pelear por medicamento y finalmente soportar que el trato se otorgue con enfado, con prisa o con simple indiferencia, si tienes suerte sobrevives, si no la tienes, quedas convertido en número estadístico, en código, en expediente archivado, ningún otro sistema de salud en el país registra tantas quejas por negligencia y abandono como el IMSS, y lo más grave es que esas quejas se acumulan sin consecuencias reales.
Los médicos que aún resisten dentro de la institución, denuncian que trabajan con lo mínimo indispensable, enfrentan salas llenas, equipos obsoletos, sueldos mal pagados y directivos más preocupados por los informes que por los pacientes, muchos especialistas están renunciando en silencio porque se niegan a seguir cargando con la responsabilidad de un sistema que no les da insumos para salvar vidas, no se van por comodidad, se van por dignidad, porque saben que recetar paracetamol a un paciente con cáncer no es medicina, es tortura disfrazada de protocolo.
El monstruo más caro y más ineficiente
El IMSS no es gratuito, es el sistema de salud más costoso del país, se financia con cuotas obrero patronales, subsidios federales, impuestos, programas especiales; aun así, opera como si fuera obra de caridad, el ciudadano paga para ser atendido, pero el sistema actúa como si lo estuviera haciendo por favor, esa cultura institucional de soberbia es la que permite que la negligencia se normalice.
Mientras el gobierno presume inversiones históricas en salud, los hospitales del IMSS siguen siendo escenarios de abandono, donde las camillas faltan, los medicamentos faltan, los especialistas faltan, pero las excusas siempre sobran, la vida de un derechohabiente, hoy, depende más de su capacidad de resistir que de la capacidad del Estado para atenderlo, encontramos casos de pacientes que mueren porque no hay un médico que les revise la presión arterial a tiempo, porque no hay antibiótico en la farmacia interna, porque no hay camas disponibles y deben esperar en una silla durante horas hasta que el cuerpo se rinde antes que el sistema responda.
Las leyes mexicanas reconocen el derecho a la salud, pero el IMSS lo administra como un privilegio condicionado: quien no insiste, no es atendido; quien no grita, no recibe; quien no se desmaya, no es considerado grave, ¿cómo puede llamarse sistema de salud una institución en la que hay que desfallecer para ser visto?
Las cifras que el gobierno no quiere leer
Se estima que cada año mueren en el país alrededor de 700 mil personas, de ellas una proporción significativa ocurre en instalaciones públicas, cerca del 40 por ciento de los decesos hospitalarios suceden dentro del IMSS, y aunque no todos son resultado de negligencia, diversos informes internos y reportes médicos aceptan que entre el 12 y el 15 por ciento de esas muertes pudieron evitarse con atención oportuna y tratamiento adecuado.
Hablamos de decenas de miles de vidas que se pierden, no por enfermedad, sino por burocracia, por lentitud, por falta de insumos, por falta de simple voluntad.
Lo peor es que las autoridades conocen estas cifras, existen auditorías, diagnósticos, recomendaciones, pero ninguna voluntad real para transformar el modelo, en lugar de enfrentar el problema se maquilla, se esconden indicadores, se manipulan tiempos de espera, se reportan consultas rápidas que en realidad son rechazos disfrazados, mientras eso ocurre, el paciente sigue esperando, el paciente sigue padeciendo, el paciente sigue muriendo.
El IMSS no necesita discursos, necesita cirugía mayor, requiere revisar desde la raíz la forma en que se administra, se contrata, se supervisa y se atiende.
La institución más grande del país no puede seguir operando con reglas del siglo pasado y demandas del presente, no puede seguir castigando al enfermo con trámites y castigando al médico con precariedad.
La salud no se mendiga, se exige
El IMSS ha sobrevivido durante décadas gracias a la resignación colectiva, al pensamiento de «así es», «así ha sido siempre», «no se puede cambiar», pero la resignación también mata, el sistema no cambiará por voluntad propia, cambiará cuando los usuarios dejen de agradecer migajas y empiecen a exigir derechos, cuando los trabajadores exijan que su cuota se convierta en atención real, cuando los médicos alzados sean protegidos y no perseguidos.
La salud no puede ser un acto de suerte, ni una cuestión de paciencia, ni una competencia de resistencia, la salud debe ser garantizada, no mendigada, mientras el IMSS siga operando como máquina de desgaste y no como institución de SALUD, seguirá siendo responsable de cada muerte evitable que ocurra en sus pasillos, en sus camas, en sus filas.
El IMSS puede ser orgullo nacional, pero hoy es vergüenza pública, el sistema más grande, más caro y más ineficiente de México no necesita reconocimiento, necesita transformación urgente, y si no se la dan desde arriba, tendrá que venir desde abajo, desde los que ya no están dispuestos a morir esperando turno y créanme, IMSS-IMSS Bienestar, es la misma gata, nada más que revolcada…
