Propaganda pagada; democracia secuestrada

* Estado de México y la industria del aplauso……

En el Estado de México el poder aprendió a comprar silencio con el mismo entusiasmo con el que presume austeridad, la comunicación social dejó de informar y se convirtió en una caja registradora, dinero público entra, propaganda sale, así funciona la industria del aplauso que protege al gobierno estatal y a los ayuntamientos de Morena, una maquinaria aceitada para fabricar mentiras cómodas y venderlas como noticias, con cifras que ya no se pueden ocultar.

Sólo en 2024, el gobierno del Estado de México ejerció en comunicación social y publicidad oficial montos que superaron por más de 10 veces el presupuesto aprobado, de acuerdo con análisis de organizaciones civiles, el gasto rebasó los mil millones de pesos cuando originalmente se habían autorizado poco más de cien millones, no fue error ni desliz administrativo, fue una decisión política, gastar a manos llenas para controlar la narrativa.

Se compra a la prensa a modo, sin rubor y sin pudor, no es rumor, es práctica cotidiana sostenida con recursos públicos, contratos discrecionales, convenios opacos, pagos inflados, favores editoriales, el resultado es una narrativa uniforme que niega la crisis y glorifica al poder, quien cobra repite, quien duda desaparece del reparto, y quien incomoda es castigado con el retiro del convenio

La mordaza con cargo al erario

La publicidad oficial opera como mordaza, no como servicio público, millones se destinan a callar preguntas incómodas y a premiar la obediencia, mientras la inseguridad desborda colonias, los servicios colapsan y la pobreza persiste, el presupuesto fluye hacia portales ‘fantasma’, columnistas dóciles y micrófonos alquilados, sólo en el nivel municipal, ayuntamientos gobernados por Morena destinaron cientos de millones de pesos a comunicación social en 2024, muchos de ellos con incrementos hasta de 300 y 400 por ciento respecto a lo aprobado.

Municipios como Ecatepec, Nezahualcóyotl, Tecámac y Tultitlán concentraron una parte importante de ese gasto, mientras enfrentaban observaciones por desorden financiero, falta de servicios y crisis de seguridad, el dinero no fue a patrullas ni a luminarias, fue a boletines, entrevistas pactadas y campañas de autoelogio.

No se trata de informar campañas de salud o alertas civiles, se trata de blindar al gobierno, de cubrir errores, de maquillar cifras, de vender éxito donde hay fracaso, cada convenio es una factura contra la verdad, cada inserción pagada es un golpe a la libertad de expresión y un posible daño al erario. Morena recicló el viejo manual
Morena prometió romper con el pasado, en el Estado de México lo clonó y lo amplificó, la relación tóxica entre poder y medios n

se terminó, se perfeccionó, hoy el aplauso es más caro y el silencio más disciplinado, la transformación se volvió un lema sostenido por chequeras públicas, mientras la Auditoría estatal acumula miles de observaciones por gastos sin justificar.

Las cifras son elocuentes, tan sólo en la Cuenta Pública 2024, el Órgano Superior de Fiscalización del Estado de México identificó observaciones por más de 52 mil millones de pesos en dependencias estatales y municipales, una parte significativa vinculada a servicios generales, difusión institucional y contratos de comunicación social sin sustento claro, no todo es desvío probado, pero sí dinero bajo sospecha.

Los gobiernos municipales morenistas replican la receta, alcaldes convertidos en influencers de sí mismos, boletines eternos, entrevistas pactadas, fotografías sonrientes, cero resultados, el dinero no va a bacheo ni a seguridad, va a limpiar reputaciones y a inflar egos con cargo al presupuesto público.

La mentira como política pública

La comunicación social se usa para engañar, no para aclarar, cifras maquilladas, obras anunciadas que nadie ve, estrategias de seguridad que sólo existen en titulares, programas sociales inflados en discursos y vacíos en la calle, todo empaquetado por medios complacientes que confunden propaganda con periodismo y que reciben pagos mensuales constantes para no morder la mano que les da de comer.

La ciudadanía recibe un cuento rosa mientras vive una pesadilla gris, esa brecha no es casual, es diseñada, el gobierno paga para que la realidad se edite y la crítica se archive, la mentira se vuelve política pública y la verdad un estorbo incómodo.

Controlar la narrativa es controlar el poder, quien domina titulares anestesia el descontento, la compra de prensa no es capricho, es estrategia, distorsiona elecciones, manipula opinión y consolida gobiernos sin contrapesos, el Estado de México se volvió laboratorio de ese modelo, propaganda a cambio de impunidad, elogios a cambio de contratos.

La cacería contra la prensa incómoda

No toda la prensa se vende, la que resiste es castigada, se le retiran convenios, se le niega información, se le estigmatiza desde el poder, el mensaje es intimidante, alinearse o pagar las consecuencias, así se fabrica autocensura y se normaliza el miedo.

El discurso oficial habla de libertad mientras financia sumisión, la crítica se vuelve enemiga, no interlocutora, el debate público se empobrece y la democracia se encoge bajo una lluvia de boletines pagados.

Se presume austeridad mientras se despilfarra en propaganda, se presume transparencia mientras se esconden contratos, se presume pluralidad mientras se paga un coro monocorde, la simulación es regla, no excepción, cada peso usado para comprar halagos es un peso robado a la seguridad, a la salud, a la educación, el dinero del pueblo se usa para engañar al pueblo.

El aplauso no tapa la realidad

Cuando la información se vende al mejor postor deja de ser información, se vuelve mercancía, el daño es profundo, la confianza se rompe, la credibilidad muere, todo suena a anuncio, nada a verdad, el cinismo se instala y el desencanto crece.

Ninguna campaña comprada tapa indefinidamente la inseguridad, ningún titular a modo borra el abandono, ningún convenio silencia para siempre el hartazgo, la realidad siempre cobra factura.

Hoy, decir la verdad es un acto de desobediencia civil, denunciar el desvío de recursos vía comunicación social es defender la democracia, exigir límites al gasto propagandístico es exigir dignidad pública, el Estado de México no necesita más propaganda, necesita gobiernos que gobiernen y una prensa que no se venda, mientras la industria del aplauso siga operando con dinero público, la transformación seguirá siendo una farsa bien financiada y peor informada.

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