Por Karina A. Rocha Priego
Hoy, querido lector, me pregunto: ¿cómo debemos tomar los comentarios, declaraciones, frases hechas por servidores públicos morenistas, cuando van plagados de discriminación, ignorancia, soberbia, pero sobre todo, estupidez? Desde el inicio de la administración de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de México, los ciudadanos, no sólo fueron inundados de falsas promesas y demasiadas mentiras, pues no ha pasado un solo día en el que un político morenista no diga una barbaridad, una ocurrencia, una frase hueca que obliga a que todo México se ría de ellos, aunque en el fondo lo que generan es indignación.
Lo preocupante es que no son simples comentarios, no son chistes de sobremesa, no son frases aisladas, al contrario, muchos de estos dichos están cargados de irresponsabilidad, de burla a los ciudadanos, de humillación hacia quienes menos tienen, y lo peor de todo, son frases que los propios morenistas aplauden como si fueran grandes aportaciones al debate público, cuando en realidad evidencian que quienes las pronuncian no son más que unos verdaderos estúpidos.
¿Cuántas frases no hemos escuchado que distan totalmente de la realidad? Recordemos cuando Claudia Sheinbaum, en plena crisis de seguridad, aseguró que “la gente está feliz, feliz, feliz”, como si la felicidad fuera suficiente para enfrentar los feminicidios, los homicidios y la extorsión que vive el país, o cuando Ricardo Monreal, en un acto de sumisión política, calificó de “violencia vicaria” las críticas contra “Andy” López Beltrán, defendiendo lo indefendible y mostrando que, para Morena, la crítica al hijo del caudillo se traduce en violencia de género, una barbaridad que raya en lo ridículo.
No podemos olvidar a Gerardo Fernández Noro-ña, quien exigió a Estados Unidos devolver los territorios perdidos hace ya más de un siglo, como si con gritarlo en una conferencia fuera a modificarse la geopolítica mundial, o aquella infame frase de López Obrador, cuando dijo que había que ser pobre para no ser víctima de secuestro, palabras que no sólo reflejan ignorancia, sino desprecio hacia las víctimas de un delito brutal, invisibilizando a miles de familias destruidas por el crimen organizado.
A la lista se suma Luisa María Alcalde, quien afirmó que “si dañamos al partido, qué le queda al país”, frase que confirma lo que muchos sospechamos, que para Morena lo único que importa es el partido, y que los ciudadanos, la democracia, las instituciones, quedan en segundo plano, porque en su lógica torcida, la nación sólo existe a través del movimiento.
En ese mismo tenor, otra vez cae la presidenta, Sheinbaum, cuando aseguró que para bajar el costo de la luz había que consumir menos, o que la energía solar no servía de noche, frases que denotan una ignorancia técnica alarmante y que muestran lo poco que sabe de energía quien hoy dirige el país, repitiendo las fórmulas gastadas del mentor, o peor aún, que se deje llevar por quienes formulan sus discursos, sin siquiera echar un vistazo a lo que tiene que decir y, no son “sus redactores” quienes quedan en verdadero ridículo ante el pueblo de México.
Pero si de estupideces hablamos, nadie puede superar a la senadora Lilia Margarita Valdés, quien frente al drama de los niños con cáncer afirmó que no es necesario tener hospitales de 40 pisos para atender a los infantes como se merecen, que es mejor los niños no se enfermen, comentario inhumano, cruel, insensible, que sintetiza lo que es Morena, un partido incapaz de ponerse en el lugar de las víctimas, que prefiere negar la realidad antes que aceptar su responsabilidad.
Tampoco podemos olvidar a Beatriz Gutiérrez Müller, quien ante la pregunta sobre cuándo atendería a los padres de los niños con cáncer respondió con desprecio que ella no era médico, que quizá el interlocutor lo fuera, y que entonces los ayudara, respuesta arrogante y clasista de quien, en ese momento, representaba a la figura presidencial, y que hoy disfruta de un exilio dorado en España, alejada del país que tanto despreció.
Sin embargo, la gota que derramó el vaso ha sido la tristemente célebre Layda Sansores, quien merece ser, por sus dichos, metida en camisa de fuerza, pues en cada declaración que hace deja en claro que no entiende nada de lo que significa gobernar, y menos aún, respetar a los ciudadanos. Su frase “ser mujer, indígena y pobre es lo peor que te puede pasar” no sólo es discriminatoria, es racista y clasista, es un insulto a las mujeres indígenas, a los pueblos originarios, a la raíz misma de nuestra nación, porque atacar a las comunidades indígenas es atacar la base de nuestra identidad cultural, social e histórica.
Durante el evento en Calakmul, frente a la propia presidenta Sheinbaum, Sansores soltó su veneno disfrazado de discurso de inclusión, y lo único que logró fue evidenciar que Morena no entiende lo que significa la igualdad, porque quienes pregonan primero los pobres, en realidad desprecian a los pobres, los usan como botín político, los convierten en mercancía electoral, los humillan con frases como las de la gobernadora campechana.
No es casualidad que la Red Nacional de Abo-gadas Indígenas haya exigido una disculpa pública y capacitación en derechos humanos, racismo y perspectiva de género para Sansores, porque lo dicho por la mandataria no puede quedarse en el aire, no puede relativizarse, no puede justificarse, es una afrenta directa contra millones de mexicanas y mexicanos que han sido históricamente marginados por el propio Estado.
Querido lector, ya no nos sorprende que la estupidez se haya convertido en política pública de Morena, que la ignorancia sea la regla y no la excepción, y que la soberbia se vista de “transformación”, porque, al final del día, no gobiernan con ideas, gobiernan con frases huecas, y lo peor, con frases huecas que ellos mismos se creen.
Así que, cada vez que escuchemos decir que la gente está feliz, a Monreal inventar conceptos jurídicos para defender al hijo de su jefe, a Noroña jugar al libertador de territorios perdidos, a Sansores insultar a los indígenas, o a cualquier otro morenista desvariar en público, recordemos algo, no son simples barbaridades, son retratos de lo que es el partido en el poder: un circo barato, con payasos de medio pelo, pero pagado con dinero del pueblo.
Y entonces sí, querido lector, podremos decir sin miedo a equivocarnos que Morena no es un partido político, es una fábrica de frases estúpidas, de discursos ignorantes, de promesas imposibles, de insultos disfrazados de ocurrencia, porque, al parecer, la 4T no es la Cuarta Transformación, sino la Cuarta Tragedia de México…
