
Por Karina A. Rocha Priego
La presidenta Claudia Sheinbaum ha presentado, en su conferencia matutina del día de ayer, “su nuevo plan de reforma electoral”, asegurando que no busca socavar la autonomía del Instituto Nacional Electoral (INE), sino simplemente “racionalizar el gasto” y ajustar el sistema de representación proporcional.
Según sus propias palabras, “el INE se va a mantener como un organismo autónomo”, sin embargo, esta declaración, más que tranquilizar, deja un sabor amargo por lo que implica: un intento de blanquear un ataque previo, disfrazándolo de simple “malentendido”.
Y es que los hechos recientes hablan más alto que las palabras
Esta no es una idea nueva ni una propuesta inocente, se trata del mismo proyecto que no logró desatascar el presidente López Obrador y que ahora Sheinbaum retoma con nueva envoltura.
Un plan que pretendía reducir el número de consejeros del INE, recortar su presupuesto y (quizá el punto más grave) eliminar los legisladores plurinominales, bajo el pretexto de que no representan a sus territorios.
El patrón está claro
No es la primera vez que se juega con fuego institucional y luego se intenta apagar con discursos conciliadores; se lanza la reforma polémica, se mide la temperatura pública, y cuando el descontento se vuelve ruido, se recurre al eufemismo: todo fue “malentendido”.
Sin embargo, es más que preocupante no el lenguaje, sino la estrategia política detrás del lenguaje.
La propuesta de eliminar los asientos de los parlamentarios en las cámaras por representación proporcional (los llamados “pluris”) no es una medida técnica, es una jugada política.
Se desmantela uno de los mecanismos que permiten el pluralismo ideológico, la inclusión de minorías, y la representación ciudadana más allá de los partidos hegemónicos, por lo que quitar los plurinominales es depurar la oposición del Congreso, dejar fuera voces críticas y consolidar un modelo de representación uniforme y obediente.
El peligro del “ajuste racional”
Sheinbaum presenta esta reforma como una mejora administrativa, una limpieza institucional, pero ese discurso encierra un fondo autoritario: reducir al árbitro, condicionar su presupuesto, y redibujar las reglas del juego para que el poder se mantenga en manos de quien ya gobierna.
Primero vienen los recortes presupuestales; después, la estructura misma; luego, la in-fluencia y es así como se desmantela gradualmente la institucionalidad democrática.
No olvidemos que el mismo modelo de “ajuste técnico” fue usado para extinguir el Coneval, sin debate profundo y con la mayoría legislativa de Morena como ariete.
Hoy podría ser el INE; la reforma no nace del consenso, sino de la ventaja numérica y con esa mayoría en ambas cámaras, no se necesita diálogo, se necesita obediencia.
Una democracia domesticada
Un sistema democrático sólido necesita un árbitro fuerte y respetado, por lo que reducir los recursos del INE es comprometer su capacidad de garantizar elecciones limpias y confiables.
Mientras que desaparecer los plurinominales es dejar la política a merced del clientelismo territorial, donde sólo ganan quienes pueden controlar votos, no quienes representan ideas.
Este no es un ajuste técnico, sino un movimiento estratégico, parte de un proceso más amplio para domesticar la democracia.
Primero, se cuestiona la legitimidad de las instituciones, luego se les recorta para finalmente ocuparlas.
El “malentendido” no se compra
El discurso de Sheinbaum no puede leerse en el vacío, no se trata de una rectificación honesta, es un intento de limpiar la imagen luego de semanas de críticas encendidas pero, si la presidenta quiere realmente demostrar respeto a la autonomía electoral, no bastan las declaraciones: se requiere renunciar a la tentación del poder absoluto, blindar al INE en su presupuesto, y garantizar la diversidad política con reglas justas, no convenientes, porque cuando un gobierno dice que quiere ahorrar, pero elige ahorrar en democracia, la pregunta no es si es justo, sino si es seguro.
Aquí lo más relevante es que, todo este “show”, es resultado de que cinco consejeros del INE exhibieran las graves irregularidades de la elección judicial y que, muchos mexicanos fueron testigos de ello, de ahí la bajísima participación, pues fueron más que notorias como: relleno de urnas, urnas con +100 % de participación en una elección de 12.9 %; boletas sin doblar o marcadas con misma caligrafía; ganadores coinciden con acordeones y, dichos acordeones, fueron distribuidos vía operación política entonces, ¿dónde está la transparencia y autonomía que tanto presumen? ¡Sólo en su cabeza!, de tal suerte que algunos consejeros, han propuesto declarar la no validez de esa elección.
Inentendible, porque primero, hicieron lo que quisieron con el INE, al grado de nombrar -como ha sucedido en otros casos lamentables-, a quienes tienen “nexos” con el expresidente López Obrador.
Hoy, ante las denuncias, Sheinbaum acusa al INE de extralimitarse y de tener una postura política contra la 4T.
Claramente dijo que “… son un grupo de consejeros que no actúan buscando que se cumpla la voluntad del pueblo… sino que tienen una posición política”, de ahí su “nueva reforma al INE” para que “les funcione para ejercer su autoritarismo y seguirse apropiando de las instituciones hasta “tener dominado a México”…