El efecto de los aranceles comerciales impuestos recientemente por el gobierno de Estados Unidos comienza a sentirse de manera directa en los bolsillos de los consumidores. Aunque inicialmente los importadores estadounidenses asumieron el impacto fiscal, las nuevas dinámicas del mercado muestran una tendencia clara hacia el traslado progresivo de esos costos al consumidor final, con consecuencias inflacionarias que se extienden a diversos sectores clave de la economía.
Los análisis más recientes apuntan a que la carga de los aranceles, que han escalado de una tasa efectiva del 2 al 16 por ciento en menos de un año, ha recaído principalmente sobre las empresas importadoras. Sin embargo, ante la presión sobre sus márgenes de ganancia, estas han comenzado a ajustar sus precios de venta para compensar el aumento en los costos, afectando así directamente a los hogares estadounidenses.
Según un informe de Wells Fargo, los exportadores internacionales, incluidos los de México, han mostrado poca disposición a reducir sus precios para amortiguar el impacto de los aranceles. Esto ha impedido que se genere una contención efectiva de los precios en el mercado estadounidense. Por el contrario, los datos de junio indican que los precios de importaciones no energéticas se incrementaron en 1.2 por ciento en comparación anual, reflejando la resistencia de los proveedores a absorber el costo del nuevo esquema tarifario.
