
En febrero de 2016, México vivió una de las visitas papales más simbólicas y significativas de su historia. El Papa Francisco eligió al país como destino de una gira internacional que no solo fortaleció la fe católica, sino que también sacudió conciencias más allá del ámbito religioso. Su presencia dejó una profunda huella en la sociedad mexicana, en un momento en el que el país enfrentaba desafíos políticos, sociales y económicos.
Una vez en México, cada una de sus paradas fue cuidadosamente elegida por su simbolismo. En Ecatepec, uno de los municipios con mayor desigualdad, celebró una misa multitudinaria donde denunció la indiferencia frente al sufrimiento ajeno. En Chiapas, se encontró con comunidades indígenas, reivindicando su identidad y su papel dentro de la Iglesia. En Morelia, envió un mensaje especial a los jóvenes, alentándolos a no ceder ante la violencia ni perder la esperanza.