Por Karina A. Rocha Priego
Dicen que «no es cierto», que «todo es mentira», que se trata de una «guerra sucia» armada por la oposición, pero la realidad es terca, y los rumores -cuando persisten, se acumulan y coinciden con investigaciones internacionales- dejan de ser simples chismes para convertirse en humo de un fuego que alguien está intentando apagar con saliva.
Eso es lo que está ocurriendo hoy con una serie de acusaciones que circulan con insistencia sobre una red de corrupción supuestamente encabezada por servidores públicos morenistas y, lo delicado del asunto no es sólo la mención de nombres conocidos dentro del partido oficialista, sino la procedencia de la información: supuestamente, una fuente de inteligencia extranjera, más concretamente del gobierno de Estados Unidos.
Aunque la embajada de ese país en México ha salido a «desmentir» o, mejor dicho, «negar categóricamente» tales filtraciones, la narrativa no se detiene y, como bien dice el dicho: «cuando el río suena, es porque agua lleva».
No se trata de una acusación ligera, estamos hablando de una lista de personajes cercanos al poder, incluidos integrantes de la familia presidencial y figuras clave en la llamada Cuarta Transformación, supuestamente vinculados a operaciones bancarias millonarias en Panamá. ¿Coincidencia? ¿Campaña? ¿Una filtración sin fundamento? Podría ser todo eso… o podría ser parte de un rompecabezas más grande que aún no estamos viendo completo.
Lo cierto es que este tipo de denuncias no surgen en el vacío, lo hacen en un entorno donde la opacidad ha sido la regla, donde las declaraciones patrimoniales son una burla al sentido común, donde los contratos por adjudicación directa se reparten como pan caliente y donde el «no somos iguales» se ha convertido en un escudo cínico para justificar todo lo que antes se condenaba.
En esta lista, que circula por redes y medios digitales, aparecen nombres que hasta hace poco se vendían como iconos de honestidad; gobernadores, secretarios, exsecretarios, legisladores, funcionarios de primera línea y, por supuesto, los hijos del expresidente, todos supuestamente bajo investigación en Estados Unidos por presuntos vínculos con dinero de procedencia dudosa y presuntas relaciones con estructuras del narcotráfico.
¿Son culpables? Eso lo determinarán las investigaciones formales, pero lo que sí es evidente es que existe una falta de voluntad total, desde Palacio Nacional hasta las oficinas de gobierno locales, para esclarecer los hechos con transparencia y frontalidad y, en lugar de eso, lo único que se escucha desde el oficialismo es la repetición automática del guion de siempre: «todo es falso», «nos atacan porque vamos bien», «el pueblo ya despertó».
Y mientras repiten eso, millones de pesos circulan en paraísos fiscales, funcionarios viajan en jets privados, y el pueblo -ese al que tanto dicen representar- apenas sobrevive con tarjetas del Bienestar, subsidios clientelares y discursos cada vez más desgastados.
Peor aún es ver cómo algunos de estos personajes señalados aún buscan cargos mayores; algunos pretenden ser presidentes, otros quieren consolidarse en gubernaturas. ¿De verdad creen que pueden esconder bajo la alfombra este tipo de acusaciones, aunque vengan de medios extranjeros o filtraciones no oficiales? ¿Creen que la estrategia del silencio funcionará por siempre?.
No es la primera vez que se menciona a estos actores en escándalos, pero lo nuevo, hoy, es que la información ya rebasa las fronteras nacionales y, cuando organismos estadounidenses -con toda su capacidad de inteligencia financiera y criminal- se interesan por investigar a políticos mexicanos, es porque algo hay, nadie gasta recursos por chismes.
¿Y qué dice Morena? Calla, protege, justifica, ataca al mensajero, se burla de quienes hacen las denuncias, los llama «voceros de la derecha» o «vendidos al régimen anterior», siempre culpando a otros de sus desastres, nunca respondiendo con hechos, con pruebas, con datos duros.
En redes, el tema ha despertado polémica; algunos usuarios se ríen, otros exigen explicaciones pero, estarán de acuerdo en que no se puede ignorar el creciente escepticismo ciudadano hacia una clase política que llegó al poder prometiendo un cambio verdadero y que, a la vista de todos, ha reproducido -y en algunos casos, perfeccionado- las viejas prácticas del sistema que tanto criticó.
Así que, aunque hoy la lista de presuntos investigados sea desacreditada por embajadas y ridiculizada por los propagandistas de la 4T, el daño está hecho, la duda está sembrada, la confianza está rota y no basta con desmentir: se necesita rendir cuentas.
Porque cuando el río suena, señor funcionario, es porque algo se está pudriendo aguas arriba.
La lista negra que incomoda al poder
Por supuesto que ahora el discurso de la Cuarta Transformación se tambalea frente a señalamientos que evidencian el verdadero rostro del poder, tras la circulación de esa lista de personajes morenistas supuestamente bajo investigación del gobierno de Estados Unidos por presuntos vínculos con el narcotráfico y operaciones financieras millonarias en el extranjero, específicamente en Panamá.
Entre los nombres destacan el expresidente Andrés Manuel López Obrador, sus hijos, Andrés Manuel López Beltrán y Gonzalo López Beltrán, así como figuras clave como Adán Augusto López, Rocío Nahle García, Ricardo, David y Katia Monreal, Américo Villarreal, Marina del Pilar Ávila, Mario Delgado, Manuel Bartlett, Clara Brugada, Marcelo Ebrard y Jesús Ramírez Cuevas.
La lista -cuya existencia ha sido desmentida por la Embajada de Estados Unidos, aunque sin disipar del todo las dudas- ha sido minimizada por el oficialismo como parte de una campaña de desprestigio.
Sin embargo, cuando tantas piezas coinciden y la opacidad reina, el beneficio de la duda se evapora.
Lo grave no es sólo la presunta corrupción, sino la desfachatez con la que estos actores siguen operando, algunos incluso aspirando a más poder; el silencio cómplice desde Palacio Nacional solamente confirma que, en esta administración, la «honestidad valiente» quedó como lema vacío.
Porque cuando hay tanto humo, es inevitable preguntarse: ¿qué tan profundo es el incendio?
